Sube la inflación y también la cantidad de personas sin hogar

Sube la inflación y también la cantidad de personas sin hogar



La semana pasada, paseando a mi perro, me encontré con la inflación en la esquina de mi casa. La inflación que tiene cara de hambre, de olla popular, de pobreza, de personas sin hogar.

En este caso, la inflación se llama Juan Ángel Marini y está en situación de calle. Tiene sesenta y dos años. Nos pusimos a hablar porque le preocupó que mi perrito hiciera sus necesidades en la calle y que yo no las recogiera. Claramente, no me conocía. ¿No recoger lo que hace mi perro? “Es que estoy viviendo acá”, me dijo. Retrocedí unos pasos y le dije que se quedara tranquilo, que mi perro ya había hecho lo suyo, aunque todavía no había aprendido a hacerlo en el arbolito, como yo quisiera. Seguí caminando y a los pocos pasos, volví a retroceder.

—¿Usted comió hoy? —le pregunté.

—Ayer a la madrugada vino una señora y me dio —lo interrumpí. Es que no pude soportar la idea de que pasaran más de doce horas sin que comiera.

—¿Usted comió hoy? —le volví a preguntar y me volvió a repetir la respuesta.

—Tengo milanesas en la heladera. ¿Quiere? —lo tenté, concretamente.

—Si no es mucha molestia…

—No, claro que no.

 

Mentira, no tenía milanesas en la heladera. Subí a mi casa, las saqué del freezer y las cociné. Bajamos con mi hija y se las llevamos.

 

Juan Ángel Marini es un hombre educado, tiene una excelente dicción, es conversador y lo hace bien, entretiene. Es orgulloso portador de su apellido, “tercera generación”, dice. Su madre fue encargada de edificio. Su padre fue albañil pero comenzó soldando las vías de un tranvía y terminó siendo sereno. Él, sus padres y tres hermanas vivían en el departamento de la portería de un ambiente “y un tercio”. Eran “una familia pobre pero con la intención de salir adelante”, me dice. Jugaba a las bolitas, a los dados, a las figuritas, a las escondidas. En fin, una infancia “normal”, aunque ¿qué es normal, no? Hizo la primaria en el Instituto Bernasconi. Recuerda que su maestra, de apellido Carpintero, invitaba a sus alumnos a recortar de las revistas palabras que no entendieran bien y que las pegaran en un cuadernillo. Dice que gracias a su hermana mayor no tiene errores de ortografía. Continuó el secundario, aunque lo dejó varias veces. Continuó estudiando y trabajando hasta que su padre le dio una opción: “Está bien. Vas a tener para el fin de semana ir a bailar. Pero o trabajás o estudiás. Si podés hacer las dos cosas, tenés para salir viernes, sábado y domingo. Y empecé a hacer eso: a estudiar y trabajar”, me cuenta.

Quería ser locutor nacional. También le creo: pronuncia muy bien la letra y griega, sin yeísmo, muy pocos hablan así de bien. Ama la literatura y lee sin parar, incluso con lentes y lluvia en la calle por las noches. No le gusta pedir y me consta. Extraña trabajar y es lo que busca. La semana pasada me mostró un repuesto que compró para un trabajo de electricidad que le pidieron hacer. “¿Te pagaron?”, le pregunté (a esta altura, ya nos tuteamos”). Me respondió que no, y quienes me conocen saben que… ¡lo reté por comprar antes de hacer el trabajo! No puedo con mi genio: me preocupo por la gente. “¡Estás en situación de calle! ¿Cómo vas a gastar por adelantado?”. “Sí, Jessi, tenés razón”, me dijo, y se guardó el interruptor en el bolsillo.

 

“Estoy trabajando por mi cuenta. Así como no pido, tampoco le pido al gobierno que me ofrezca un plan. Ofrezco lo que sé hacer: trabajar. Soy una persona adulta. Gracias a mis padres tengo educación y tengo la comunicación que tengo con la gente. Trato de estar siempre bien predispuesto. No solamente por el trabajo que me puede tocar sino también esto de poder comunicarme a posteriori con el cliente, preguntarle cómo está, cómo le va todo; quiero que esa persona se sienta tranquilo y confiado. Trato de ser buena persona. Me considero muy directo, muy sencillo y buena gente. Espero volver a levantar. Me he caído varias veces y he logrado nuevamente hacer pie”.

 

Juan Ángel quiere trabajar. Es un laburante que no pide nada, como bien él dice. Tal vez se anima a pedir algún pucho, para calmar la ansiedad. Pero sólo eso. Los vecinos de Villa Crespo nos acercamos, le damos una mano: comida, mate cocido, laburo. Él hace trabajos de mantenimiento general, pintura artística y de obra, diseño y colocación de Durlock, plomería (con termofusión), colocación de cerámicos, tareas de electricidad domiciliara, en fin. Tiene celular y WhatsApp y contesta rápido. Su número es +549 11 5904-1090 y su email es 24marinibis@gmail.com

 

¿Me das una mano dándole trabajo? 


 

Jessica Boianover

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Viernes 21 de abril de 2023

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