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    La piedra en el zapato es un libro de cuentos que nos introduce distintas incomodidades sin importar el tipo de calzado que usemos. Botas, zapatillas, sandalias, borcegos, stiletos, con tacos, plataforma, deportivos, casuales… Todos resultaron aptos para la piedra y fueron quedando unidos en esta seguidilla de páginas, en medio de la incertidumbre y la introspección de la cuarentena producto de la pandemia de coronavirus en el año 2020. Así cayeron las piedras, tanto en el zapato de la sociedad detenida en el tiempo por la pandemia, como en el que calzamos en el corazón, siendo, quizás, que solo estando quietos sentimos su molestia. 


    Creo que hace una hora iba a tomar un ibuprofeno

    porque me explota la cabeza, pero si entro a la cocina

    tengo que lavar los platos del guiso

    y pensar qué cocinar a la noche

    y, ¡no quiero salir! 

    No quiero cruzarme narices al aire 

    ni tipos con la cara tapada, me aterran. 

    No sé si me van a salir las divisiones 

    que gimen en la mesa con el papel glasé 

    que quedó pegado en el mantel, 

    no sé si colgué la ropa, 

    solo recuerdo que hoy no me peiné.

    La piedra en el zapato - Vanesa Manera

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    La piedra en el zapato es un libro de cuentos que nos introduce distintas incomodidades sin importar el tipo de calzado que usemos. Botas, zapatillas, sandalias, borcegos, stiletos, con tacos, plataforma, deportivos, casuales… Todos resultaron aptos para la piedra y fueron quedando unidos en esta seguidilla de páginas, en medio de la incertidumbre y la introspección de la cuarentena producto de la pandemia de coronavirus en el año 2020. Así cayeron las piedras, tanto en el zapato de la sociedad detenida en el tiempo por la pandemia, como en el que calzamos en el corazón, siendo, quizás, que solo estando quietos sentimos su molestia. 


    Creo que hace una hora iba a tomar un ibuprofeno

    porque me explota la cabeza, pero si entro a la cocina

    tengo que lavar los platos del guiso

    y pensar qué cocinar a la noche

    y, ¡no quiero salir! 

    No quiero cruzarme narices al aire 

    ni tipos con la cara tapada, me aterran. 

    No sé si me van a salir las divisiones 

    que gimen en la mesa con el papel glasé 

    que quedó pegado en el mantel, 

    no sé si colgué la ropa, 

    solo recuerdo que hoy no me peiné.

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