Para pagar con moneda extranjera envía tu pago de USD 12 (dólares estadounidenses) a ventasninapezediciones@gmail.com mediante PayPal indicando el título del libro que deseas comprar. Luego, nos pondremos en contacto para hacértelo llegar.
En su segundo libro en solitario, Alexandra Jamieson nos invita a sumergirnos en un universo distinto en cada cuento.
Con un humor por momentos sarcástico y ácido, o con momentos de profundo dolor de los personajes, nos lleva a reflexionar acerca de los vínculos humanos y de lo omitido, de aquello que no se dice. Cada lectora y lector deberá reponer allí lo no dicho para terminar de conformar la historia, y esto es de lo más interesante. Cada lectora y lector formará sus propias historias a partir de esta invitación.
Nuestra secreta esperanza era que el tío Alberto se sentara,
aunque todavía le faltaran muchos años para tener que hacerlo.
Leonardo no participaba de nuestro juego.
Era más grande y para él, invitar a alguien a sentarse en un sillón era todo un evento,
sobre todo si era la hija de los vecinos de al lado, que tenía como 13 años,
pero parecía más grande porque usaba corpiño reductor,
me había contado mi mamá, y que a veces venía a escuchar discos.
Para pagar con moneda extranjera envía tu pago de USD 12 (dólares estadounidenses) a ventasninapezediciones@gmail.com mediante PayPal indicando el título del libro que deseas comprar. Luego, nos pondremos en contacto para hacértelo llegar.
En su segundo libro en solitario, Alexandra Jamieson nos invita a sumergirnos en un universo distinto en cada cuento.
Con un humor por momentos sarcástico y ácido, o con momentos de profundo dolor de los personajes, nos lleva a reflexionar acerca de los vínculos humanos y de lo omitido, de aquello que no se dice. Cada lectora y lector deberá reponer allí lo no dicho para terminar de conformar la historia, y esto es de lo más interesante. Cada lectora y lector formará sus propias historias a partir de esta invitación.
Nuestra secreta esperanza era que el tío Alberto se sentara,
aunque todavía le faltaran muchos años para tener que hacerlo.
Leonardo no participaba de nuestro juego.
Era más grande y para él, invitar a alguien a sentarse en un sillón era todo un evento,
sobre todo si era la hija de los vecinos de al lado, que tenía como 13 años,
pero parecía más grande porque usaba corpiño reductor,
me había contado mi mamá, y que a veces venía a escuchar discos.