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    En 1982 durante la guerra de Malvinas y siendo docente, el autor tuvo que participar como radioaficionado activo en guardias de escucha. Además de tener un hermano veterano de Malvinas, algunos de sus alumnos participaron del conflicto a bordo del ARA General Belgrano. Estas vivencias fueron plasmadas en este libro, mediante historias donde interactúa lo real, lo ficcional y lo futurista, llevando al lector desde un clima de tensión e interés, hasta un clima de disfrute descriptivo.


    En el búnker de la Gran Malvina, todos estuvimos a la espera a que el tiempo pasara, a que las noticias del naufragio se acallaran y que en los medios se hablara de otra cosa. Cumplido un mes, cada día, una corbeta de bandera inglesa arrojaba una corona sobre la orilla de Jersey Point. Una por cada nadador desaparecido y una por cada acompañante; con sus nombres. Cada corona tenía los colores blanco, celeste, rojo y azul. Los medios comentaban que para la comunidad internacional era un signo de fraternidad entre las dos naciones. 

     Nosotros, todas las noches con la ayuda de la marea, recogíamos cada ofrenda floral en forma de corona sobre la orilla de Jersey Point y la llevábamos al búnker. Dentro de cada una de ellas, estaba oculto el resto de las partes fundamentales de la nave a ensamblar. La última ofrenda fue la más grande: allí se encontraba el LHC que oficiaría de propulsor de la nave a través del flujo de neutrones. 

    Latidos de Malvinas - Carlos Monticelli

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    En 1982 durante la guerra de Malvinas y siendo docente, el autor tuvo que participar como radioaficionado activo en guardias de escucha. Además de tener un hermano veterano de Malvinas, algunos de sus alumnos participaron del conflicto a bordo del ARA General Belgrano. Estas vivencias fueron plasmadas en este libro, mediante historias donde interactúa lo real, lo ficcional y lo futurista, llevando al lector desde un clima de tensión e interés, hasta un clima de disfrute descriptivo.


    En el búnker de la Gran Malvina, todos estuvimos a la espera a que el tiempo pasara, a que las noticias del naufragio se acallaran y que en los medios se hablara de otra cosa. Cumplido un mes, cada día, una corbeta de bandera inglesa arrojaba una corona sobre la orilla de Jersey Point. Una por cada nadador desaparecido y una por cada acompañante; con sus nombres. Cada corona tenía los colores blanco, celeste, rojo y azul. Los medios comentaban que para la comunidad internacional era un signo de fraternidad entre las dos naciones. 

     Nosotros, todas las noches con la ayuda de la marea, recogíamos cada ofrenda floral en forma de corona sobre la orilla de Jersey Point y la llevábamos al búnker. Dentro de cada una de ellas, estaba oculto el resto de las partes fundamentales de la nave a ensamblar. La última ofrenda fue la más grande: allí se encontraba el LHC que oficiaría de propulsor de la nave a través del flujo de neutrones. 

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